El pozole es un platillo muy arraigado en la tradición culinaria mexicana, aunque al mismo tiempo su presencia en diferentes lugares y épocas ha permitido que exista una amplia variedad de interpretaciones de esta exquisitez: el multiverso del pozole.
Pese a sus diferencias, todas esas personalidades alternas resaltan la mexicanidad y se pueden apreciar en su verdadero esplendor cuando son servidas en los espumados de Reyma, ya sean los platos hondos tradicionales o los de la línea BIO.
La receta básica es el pozole blanco, que en esencia es un caldo con granos de maíz y carne. A partir de aquí se puede generar un sinfín de ramificaciones, dependiendo del tratamiento que reciba cada uno de los ingredientes, si es sustituido o si se incorporan otros.
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PRIMOS LEJANOS
Así como muchos mexicanos, el pozole tiene primos regados por todo el país. Por ejemplo, en Michoacán existe una preparación que en lugar de maíz lleva elote y se le conoce con el nombre de pozolín o pozolillo. A la par, en Guerrero lo hacen con frijoles y a eso lo llaman camagua. Mientras que rumbo a Sonora y Sinaloa le ponen trigo, haba, garbanzo, verdolagas y otras verduras, de manera que ya se siente como un pariente bastante lejano, pero igual le dicen pozole.
Por otra parte, en Oaxaca no pudieron resistirse a la tentación de mezclar dos grandes conceptos y encima le vierten una buena porción de mole. Así mismo, allá por Michoacán cuecen el maíz hasta que se deshace y el caldo adquiere una consistencia de mayor espesor, así que lo nombran pozole batido. En el lado opuesto está el pozole seco de Colima, el cual se sirve sin líquido.
En cuanto a la proteína, lo más común es utilizar cerdo o pollo, aunque tampoco se descarta la res, incluso en las costas le ponen mariscos, en Sinaloa hay una versión con jabalí y para los vegetarianos se sustituye la carne por champiñones.
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A LOS EXTREMOS
Un caso que divide opiniones se da en Salamanca, Guanajuato, ya que desde la década de 1960 le empezaron a añadir salchicha al pozole verde, con el único fin de hacerlo más rendidor. Como les agradó y lo relacionaban con el concepto de los frijoles charros, también terminaron agregándole tocino.
En la misma categoría podemos ubicar al menudo del norte del país. Se trata de ese familiar que sí reconocemos como pariente, pero que habla y viste muy diferente. Este se prepara con pancita de cerdo, maíz y un caldo de chiles rojos medio denso.
Por último, en el estado de Guerrero tienen un pozole que se ha convertido en un coro de sabores, pues como en la zona de sierra le añaden trozos de chicharrón, en el altiplano lo sirven con huevo cocido y en la costa se presenta junto a un plato con sardina, el espíritu aventurero de los guerrerenses ha sumado todos esos ingredientes en una misma versión, que obviamente no es apta para cualquier paladar.
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A fin de cuentas, el multiverso del pozole es posible gracias a la riqueza cultural y geográfica con la que cuenta nuestro país, cuya gastronomía es un mar de sabores y olores que se puede navegar a bordo de los productos Reyma. Este mes patrio agarra tu cuchara y embárcate en la aventura de celebrar la mexicanidad con un buen plato de pozole.